El libro que hemos comentado hoy en el Club de Lectura
Matinal lo escribió Delibes tras el fallecimiento de su esposa Ángeles de
Castro, figura imprescindible en su vida. Con un marcado sentido autobiográfico
narra, en clave de monólogo, la vida de
un pintor (Nicolás) que se ve sumido en una profunda tristeza y melancolía tras
la muerte de su mujer después de padecer una larga enfermedad. Un relato
impregnado de la evocación del amor perdido y de un profundo y persistente
miedo a la muerte. Delibes en unas declaraciones confiesa este temor: «El
presentimiento del dolor —dice Delibes—, ese tremendo sufrimiento cuando se te
muere alguien muy cercano. De mi propia muerte, lo único que me preocupa es el
hecho físico de morir: me gustaría que fuese de un modo rápido y en mi cama.
[…] [Mi amargura precoz] supongo que será una herencia neurótica como tantas
otras cosas. Lo cierto es que la muerte para mí era una obsesión. Y no sólo
como posible protagonista de esa muerte» («Miguel Delibes. Un castellano de
tierra adentro», entrevista por Joaquín Soler Serrano, Escritores a fondo.
Entrevistas con las grandes figuras literarias de nuestro tiempo, Barcelona,
Editorial Planeta, 1986, p. 19).
La novela es
todo un canto al amor, al gran amor, ése que permanece más allá de la muerte y
una auténtica reivindicación de un concepto del amor que no está de moda, pero
con el que seguimos soñando casi todos.
Para el
escritor su compañera y madre de sus siete hijos fue una presencia permanente
hasta el final. Ella, según sus propias palabras, era su "equilibrio, la
mejor mitad de mí mismo". Ella fue quien le estimuló en sus lecturas,
quien le animó a escribir y quien le alentó a presentarse al Premio Nadal, que
ganó con La sombra del ciprés es alargada cuando apenas era un titubeante
aprendiz de escritor que estaba lejos de saber que iba a ser uno de los grandes
nombres de las letras españolas.
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