jueves, 8 de octubre de 2015

El lugar de un hombre, de Ramón J. Sender.

La primera lectura de este otoño es la segunda obra que publicó Sender en su exilio mexicano y suponemos que no os habrá dejado indiferentes; seguro que habéis reconocido las similitudes de la historia con el famoso "crimen de Cuenca" y es que, efectivamente, el autor se basó en este hecho histórico, del que tenía buenos conocimientos porque lo había tratado en varios reportajes en El Sol en 1926, pero ligó esta historia con otra ocurrida en su tierra natal cuando era niño, la huida al monte de un hombre marginado y despreciado por sus vecinos.

En la novela, además de la evidente denuncia de la injusticia y la brutalitad, hay muchas cosas más: el caciquismo omnipresente, el papel de la Iglesia,  la miserable vida de los campesinos, la existencia de dos bandos irreconciliables que anticipa la guerra civil, la división social... Todo ello descrito con un realismo crudo, sin adornos, pero con algunas pinceladas poéticas; los personajes se describen de manera rápida pero están perfectamente perfilados. En toda la obra está también presente la vida campesina, la naturaleza, respondiendo a las hondas raíces rurales del autor. Pero por encima de todo está la afirmación de la importancia del individuo, por insignificante o humilde que parezca, en el conjunto de la sociedad, y la denuncia de la marginación y la exclusión. Ello responde plenamente al ideario anarquista de Sender, que dijo de esta novela  que "es simplemente un alegato a favor del sentido universal de la presencia del hombre por el hecho de ser hombre, por el mero hecho de haber nacido". De hecho, cambió el título inicial de la obra para recalcarlo, pues el nombre de la primera edición era El lugar del hombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario